martes, 21 de diciembre de 2010

Estar perdidos


En Lost hay algo meridianamente claro: sus personajes están perdidos. Y no solo perdidos en una isla desconocida y hostil, sino perdidos en el sentido existencial del término. A medida que los flash-backs nos presentan las vidas pasadas de los protagonistas vamos identificándonos con sus condiciones vitales, con sus carencias y problemas. Y pronto descubrimos que todos ellos iban con el rumbo perdido, sin norte, dando bandazos por la vida, empujados por las circunstancias, a las que ellos mismos contribuían, por una especie de laberinto enorme e insondable que bien podríamos denominar el laberinto vital.

Porque da la impresión de que la vida es una inmenso laberinto con mil retorcidas callejuelas por el cual es muy fácil perderse. Pues al nacer y al socializarnos en nuestros entornos culturales y familiares se nos provee con una brújula que suele andar bastante errada. No somos conscientes de demasiadas cosas y lo más habitual es un continuo deambular del cual solo conseguimos sacar lecciones a base de golpes y errores. En ocasiones también nos suceden cosas buenas y agradables, pero en el fondo vamos siempre perdidos sin encontrarle el sentido a la existencia y al mundo. En estas circunstancias es relativamente fácil extraviarse en todo tipo de espejismos, desde las ilusiones del amor romántico a los éxtasis del consumo, pasando por las modas, los credos políticos y religiosos o los amargos valles de la depresión y el abandono.

Los personajes de Lost no son ajenos a este deambular predominante, como lo demuestran sus variadas peripecias vitales, todas ellas resumidas en la condición de náufragos vitales, mucho antes de que su avión se estrellara en la isla. Más bien, su accidente es el precipitado final de tantas fuerzas que los habrían llevado en determinada dirección, de unas tendencias poderosas, conducidas por las implacables fuerzas del inconsciente. Y así nos hallamos frente aquellas criaturas que progresivamente van despertando nuestros sentimientos de conmiseración y de compasión. Nos vemos poco a poco identificados, a veces nos distanciamos para decirnos que nuestra vida no ha sido o es así, pero pronto hemos de conceder que la condición de perdidos de los protagonistas es también la nuestra. Un mundo de perdidos, aunque no un mundo perdido, pese a las apariencias.

En el complejo laberinto, sin embargo, a veces se abren atajos sorprendentes para avanzar mucho más de lo que avanzamos con anterioridad, pasillos o corredores inesperados que conducen a nuevos e interesantes parajes. Pero aún así ello no proporciona la garantía de nada. Podemos muy fácilmente volver a perdernos, o desconocer todo el sentido de aquellos corredores, de aquellos atajos existenciales. De hecho, esa es la situación que muchos de los personajes de Lost experimentan. No ven la oportunidad que se les abre más que con el paso del tiempo y la soledad. Necesitan certificar, con dolor, que el universo es indiferente a lo que hagamos con las oportunidades y riesgos que aquel nos presenta. Pues podemos estancarnos, retroceder o arriesgarnos a avanzar, que al universo le da igual. Si hay que hallar un sentido lo tenemos que construir nosotros con el universo, porque hemos de comprender que no estamos separados de él, antes bien lo creamos con nuestras observaciones, con nuestras decisiones, con nuestras creencias y nuestras acciones. Entonces podremos decir que conspiramos con él para que él conspire con nosotros, pero no contra nadie ni a favor de nadie, como suele ocurrir con las conspiraciones, sino para dejar claro que estamos hechos de la misma sustancia. En Lost todo el grupo, que representa metafóricamente a la humanidad, está perdido, pero por ello mismo la humanidad tiene la posibilidad de hallar un camino, ciertamente sin garantía de nada, pero un camino al fin y al cabo. Un camino. Un rumbo. Que no es poca cosa cuando nunca se ha transitado realmente por uno.

Gil-Manuel Hernàndez i Martí

lunes, 29 de noviembre de 2010

Lost: el reencuentro y volver a empezar…con la Sombra extendida

El reencuentro y volver a empezar, el fracaso de la búsqueda de ayuda y la esperanza en el encuentro de más gente varados en la misma isla con un propósito ya más cercano uno de otros. Esto es lo que nos presenta parte de esta segunda temporada, que por su propia complejidad y ambición de convertirla en una coral de vivencias, casi les hace perder a los guionistas ritmo, orden y sentido[1].

Como Sun pierde el anillo, así es casi la metáfora de la pérdida parcial del control de los guionistas de la serie. Pero eso se cambió al avanzar la serie y constatar el interés y las aportaciones que los fans daban sobre la serie y su sentido.

De la misma manera que las cosas perdidas se pueden encontrar, he dejado de buscar. Así se expresa Locke a Sun en relación al anillo perdido, el anillo que le regaló Jin.

La botella con mensajes, que deriva de nuevo en la playa de partida, el anillo perdido y encontrado, al buscar la botella enterrada, tras comentárselo a Kate.

Jin y Mr. Eko a la búsqueda de Michel anegado por la desesperación, la culpa y el dolor de perder a su hijo y la constante presencia del peligro representado por los otros, lo que no tiene que ver con nosotros, pero que en cambio comparte nuestro mismo espacio.

Michel encarna a tantos padres incapaces de dialogar realmente y ver a sus hijos, atrapados por la responsabilidad, el temor, que no son capaces de ver más allá de sus narices así como el conflicto presente en tantas separaciones, donde las manipulaciones de los ex cónyuges utilizan a los hijos como moneda de cambio.

La Sombra, lo oscuro y desconocido que acecha continuamente con la intención de robarnos la calma, la libertad o la vida. La Isla nos recuerda, que nada allí es gratuito ni fácil, que, como en la vida misma, todo tiene un precio, un precio muy alto.

Tal es el caso de Sayid, cuya sombra personal de Irak le acompaña y atrae lo terrible, como cuando Shannon le pide que mate a Locke, o a pesar de evitar el acto terrorista en la vida real en Sídney se ve envuelto en ese avión condenado, por enterrar a su amigo de la forma apropiada al Islam y no incinerarlo. O la desesperada carrera de Hugo por tomar el avión que le lleva a vivir el proceso más importante de su vida, naufragar en la Isla.

O el empeño de Locke en buscar el sentido de la isla hasta que el Humo negro se lo lleva arrastrándolo al agujero de donde es rescatado por Kate y Jack.

También Claire sufre una primera invasión de la sombra cuando al final del embarazo tiene esas pesadillas con un Locke de ojos diabólicos, o diciendo que está en la oscuridad, o el hecho de que empiece a captar los susurros del bosque, etc.

Y siguiendo con la Sombra tenemos los 48 días terribles del resto de supervivientes, que hacen que la destructividad y paranoia de Ana Lucia se dispare, nunca mejor dicho y convierta el haberse salvado del naufragio en casi un infierno, dentro de otro infierno.

Y vemos por fin el porqué de la sombra de Kate, como su intento de salvar a su madre la convierte en asesina; con todo lo que representa eso, llegando a vivir un inmenso terror cuando Sawyer, semi inconsciente, es poseído por el espíritu del padrastro, algo que esa isla facilita y que debería hacernos pensar qué clase de Isla es.

Lo mismo ocurre con Ana Lucia y Sayid, cuando al liberarlo Ana Lucia ve que él no la mata:

“que placer tiene matarte si estamos ya ambos muertos”. Esta va a ser ya una constante que nos da pistas sobre la Isla, sobre el sentido de qué hacen allí esos personajes, perdidos incluso antes de llegar a ese lugar.

Jose López


[1] En los extras de la serie, los mismos guionistas reconocen que desde el inicio la serie sufrió peripecias, caos, dificultad en centrar una historia, sin saber realmente a donde querían ir, pero tras varios intentos, consiguieron cuadrar un episodio piloto que les sirvió de matriz para todo el proceso.

domingo, 28 de noviembre de 2010

LOST: La reacción


La tragedia aérea se ha consumado. Ahora empieza la tragedia en su sentido más griego. Los personajes ya llevan puestas sus máscaras, han mostrado ya sus personas, que es el significado de “máscara” en griego clásico. y la trama verdadera arranca en ese punto. Tras la confusión llega la hora de la reacción.

En primer lugar se inicia la exploración de la isla, del nuevo territorio donde los protagonistas han caído, que deben recorrer para cartografiar su situación y proceder a identificar posibles salidas. Porque lo primero que los náufragos del aire desean, como los náufragos de todos los tiempos, es encontrar la salida y volver a la “civilización”. Afortunadamente no están solos como Robinson Crusoe o el personaje que encarna Tom Hanks en Náufrago. Los restos de una sociedad global pueden recomponerse a escala local para responder a la tragedia con la esperanza. Sin embargo, pronto un embravecido humo negro de inquietantes sonidos deja las cosas claras. No va a ser fácil escapar de allí.

La sociedad ha de volver a ser fundada. Se requiere un líder, unos asesores de confianza, una mínima organización, la defensa del grupo, su manutención y provisión, la persecución de algún modo de comunicarse con el exterior. De repente, los civilizados que han sufrido el siniestro se ven compelidos a una urgente tarea: regenerar el tejido social roto por la catástrofe, recomponer unas mínimas normas, unos básicos objetivos, algún tipo de disciplina y organización para salir adelante. Evidentemente, no les va a resultar nada cómodo, tras caer, como decía Hobbes, en una especie de “estado de naturaleza”. Ahora la civilización de donde proceden se halla muy cerca de la barbarie y el salvajismo, y la exhuberancia de la naturaleza de la selva todavía debilita más las fuerzas de la civilización estrellada. Se impone tomar medidas.

Pero no todo el mundo sabe muy bien como reaccionar, pues el golpe ha sido demasiado fuerte. Hay muchos heridos, y muchos más heridos psicológicamente. La desorientación es total. De los personajes llamados a ser los protagonistas sabemos muy pocas cosas todavía. Sin embargo comienzan a mostrarnos algunas claves fundamentales para el posterior desarrollo de la trama: no solo están perdidos, sino que están profundamente heridos, aunque solo lo intuyamos por destellos, y más adelante comprobaremos que mucho antes de tomar aquel vuelo de Sidney a Los Ángeles ya estaban “perdidos”. Esa es una de las lecciones que se aprenden en la primera temporada. Después, el ansia de salir hará que el grupo tropiece con los Otros, probablemente de manera muy similar a como Colón y con él, Occidente, tropezaron con América y las seculares culturas amerindias. También Colón buscaba una nueva salida del Viejo Mundo hacia el Oriente, y se encontró con los “otros” de manera inesperada. Al fin y al cabo, por los relatos de Marco Polo y otros documentos antiguos se conocía la imponente civilización china, pero para nada se esperaba a los mayas, incas, aztecas y demás. Pronto solo se les vio como enemigos y como potenciales esclavos.

En la isla los recién llegados se topan con los Otros, para quien a su vez los siniestrados son también unos “otros”. La alteridad se mira especularmente y la identidad se bifurca a través de las líneas del recelo, la desconfianza y sobre todo, el miedo. El miedo lo cubre todo, y se podría decir que tiene el color negro del humo que pende como una amenaza creciente sobre las gentes de la isla, sobre unos y sobre otros. Entonces la trama comienza a complicarse y las revelaciones comienzan a prodigarse.

Llega el momento de la verdad, de esa verdad que implica enfrentarse cara a cara al nuevo mundo, que habrá de ser explorado en sus luces y sus sombras. Los protagonistas deberán resocializarse en el marco de la excepcionalidad, aunque comprobaremos que lo que estaba llamado a ser un paréntesis vital pasará a convertirse en la mayor aventura de sus vidas. Atrás quedan sus existencias, que poco a poco emergerán en la pantalla a modo de flash backs, para hacernos memoria de que hay que contar con la memoria, sobre todo si se está comenzando a andar un nuevo y desconocido camino.

Gil-Manuel Hernàndez

lunes, 22 de noviembre de 2010

Lost: el ciclo Vida y Muerte, las dualidades perennes











En el capitulo llamado “No hacer daño” nos encontramos de nuevo con una constante desde el inicio de la serie: la Muerte, pero esta vez la variable es que, en el momento que Boone muere a causa de los múltiples traumas causados por su caída del avión bimotor, ocurre el milagro maravilloso de la Vida, el nacimiento del bebé de Claire que llamará Aarón.

Hasta ahora, el accidente aéreo sólo conllevaba muerte, angustia, pérdidas y miedos.

Esa caída de los cielos a la dura tierra, no aportaba esperanza sino una grave crisis de identidad: colectiva por un lado y personal en cada uno de los pasajeros-náufragos, como vamos viendo a lo largo de la serie. Donde, como dice Locke, en la Isla todos tienen una oportunidad de empezar de nuevo…pero siempre pagando un precio: Jack quiere salvar vidas, casi a costa de la suya, intentando alcanzar el perdón por su excesiva “rectitud”. Shannon y Sayid consiguen un esbozo del amor con mayúscula y se convierte en agridulce tras la muerte de Boone, a su vez tras nacer Aarón perdemos a Walter en manos de los Otros, nace un niño y se pierde otro.

En ese cambio vida muerte, están las muertes simbólicas, como la partida de la balsa de Michel en busca de ayuda, unos se quedan y otros se marchan, esa despedida “para siempre” es una de tantas muertes simbólicas que la vida nos obliga o nos induce a soportar. Cuando hacemos cambios, cuando se marchan o nos marchamos de nuestros seres queridos o amigos, cuando cambiamos de país, trabajo o circunstancias. Esta parte de la partida de la balsa con parte del grupo creo que ha sido una de las más memorables y mejor realizadas de las despedidas en el cine, su ritmo, su música, nos puso a todos el alma conmocionada y los ojos húmedos y a la vez alegres, todos deseando encontraran una solución pero a la vez temiendo que se acabara tan rápido la serie si encontraban ayuda.

El desarrollo posterior del clímax nos devuelve al horror de que no hay salida de esta Isla, de que los otros son más reales y temibles de lo que pensaban y de que de nuevo, les estalla su deseo y la balsa en la cara a punto de matarles, despertando de nuevo lo peor del ser humano, como en las escenas de los restos de la balsa donde intentan sobrevivir Sawyer y Michel. Allí vemos que Michel representa esa situación de desespero humano, de angustia máxima, donde se pierde el sentido de solidaridad de apoyo, despertándose los aspectos peores de la sombra colectiva. La culpa en general y en este caso de la paternidad puede despertarnos tal dolor que ciega cualquier comunicación para ver realmente al otro.

Y hablando de otros, cuando por fin salen de las aguas de ese mar que rodea a la Isla, como símbolo de las aguas del inconsciente, tropiezan con el terror de Jin al descubrir que hay más otros, otros diferentes, connotando fácilmente, que si no hay comunicación, contacto, cualquiera puede convertirse en otro extraño y peligroso, como acontece con los supervivientes de la cola del avión estrellado y nuestros protagonistas. Al final, nos traen nuevos sujetos que amplían el coro vivencial humano que completaría casi todos los aspectos de nuestra humanidad, asentados en esa isla por el destino. Aquí tendríamos el guiño-juego entre Karma como destino por los actos hechos y Dharma como opción de compensación; aunque los guionistas adaptan ese acrónimo con una determinada corporación: Dharma Iniciatives, creada por un tal Alvar Hanso. Dharma (Department of Heuristics And Research on Material Aplications)

A la vez, y con esa concatenación de eventos que semeja la vida realmente, junto al dolor del encuentro con otros “otros”, Hurley nos muestra sus dramas de oralidad, sus miedos al riesgo, a asumir responsabilidades por el solo; necesitar la decisión de Jack para actuar, etc.

Como contrapartida tenemos la relación de Rose y Bernard, apuntalada de intuiciones, amor, compartir las situaciones y la aceptación de la Isla como medio de permanecer, no escapar al destino, como una de las posibilidades a escoger.

En esta etapa del viaje interior siguen adaptándose a lo que la isla les va “demandando” como dice Locke, sigue siendo un campo de batalla entre el hombre de ciencia y el hombre de fe, un elemento esencial en la vida de cada ser humano: integrar estos dos aspectos, sin que ninguno salga prevalente. Ya aparece un primer elemento de condena y explicación de la Isla, muy relacionado con el mito que señala que el conocimiento trae responsabilidad y a veces condena. Esa escalera de bajada tras abrir la escotilla, por la obsesión del hombre de fe en ir más allá pero sin bases serias, más que su intuición o su deseo. Sería la bajada por la escotilla como una bajada al infierno,” la rueda” del destino, donde aparece por primera vez el nombre de Dharma y el dibujo que simboliza los trigramas del I Ching. De nuevo, como vimos en el texto anterior los números se reproducen, su suma 108 genera el peligro de destrucción masiva. Es la lotería de la elección, creer o no creer, decidir o no; la atadura a lo “supuestamente” cierto. Esta etapa de la serie creó mucha polémica por decidir que podía significar realmente esta isla, de hecho, la aparición de Desmond, riza el rizo de las casualidades y a partir de ahí se confirma que nada de lo que les está pasando es casual.

Todos están entrelazados como en la rueda cósmica hindú del Samsara.

Locke sigue aportando sus visiones justificadoras de sucesos, como el que la Isla precisa sacrificios, en el caso de Boone o que sobrevivir es relativo.

Junto a ellos tendrán que confrontar el hallazgo de nuevos náufragos que entran en la dinámica de convertirse en unos otros y ser ellos mismos otros para los recién llegados que tienen que adaptar ese colectivo.

Aquí empieza a aparecer un individuo que se convertirá en una constante muestra de relevancia en la historia. Más adelante iré señalando el valor de este personaje en el drama global.

Jose López

jueves, 18 de noviembre de 2010

LOST: La confusión


Tras la caída llega la confusión. Los pasajeros acaban de estrellarse. Algunos yacen muertos, otros moribundos, otros heridos, todos los supervivientes confundidos, golpeados, desorientados. Algún motor del avión destrozado todavía está por estallar. El peligro es evidente. Hay caos y sensación de irrealidad. Nadie sabe qué ha pasado exactamente, donde han caído, porqué han caído. Es el reino de la confusión.

La escena de partida tras el accidente es simbólicamente reveladora: el desorden que sigue a la caída, los efectos del mazazo que supone todo acontecimiento crucial en la vida de las personas o de los colectivos. A partir de entonces hay un antes y un después, separados por el acontecimiento fundador del periodo liminal, de esa franja espaciotemporal que marcará la oportunidad para la transformación, que unos aprovecharán y otros no.

Pues bien, en esa confusión dantesca que es la playa donde yace varada la nave siniestrada observamos que el mundo entero está presente. De hecho, la escena de inicio de Lost bien parece una metáfora del carácter que está alcanzando la globalización. Si nos fijamos bien, allí hay individuos de todo el planeta mezclados, pertenecientes a todas las razas, con predominio evidente de los blancos occidentales, que siguen detentando el poder decisorio en el mundo. Hay gente de variada procedencia, como para significar que todas las culturas están allí, y que todas las culturas tienen en común el hecho de tener que enfrentarse a los grandes temas de la existencia humana, que Carl Gustav Jung vinculó a los arquetipos dinamizadores que pueblan el inconsciente colectivo. Todas esas culturas que se encuentran en la playa, forzadas por las circunstancias a un inesperado y fatídico acto de fraternidad intercultural, deberán abordar la pérdida, el duelo, el miedo, la supervivencia, la rabia, las rivalidades… De alguna manera, en el inicio de la serie se deja bien claro algo que la antropología reivindica desde su misma fundación: que todas las culturas son equivalentes, porque de una manera fenomenológica, es decir, a través de la diversidad, no hacen más que evidenciar una condición ontológica básica: que todos los seres humanos están constituidos culturalmente. Que esa común constitución cultural refleje la común constitución psíquica quedará más que claro a lo largo del desarrollo de Lost: el tronco humano y sus ramas culturales comparten los mismos temas esenciales. Los inconscientes personales son enteramente inseparables del gran inconsciente colectivo: las gotas de agua y el océano.

A partir de estas consideraciones adquiere pleno sentido la posterior aparición de los Otros. De hecho, la investigación antropológica de las culturas trata fundamentalmente de la dialéctica, recurrente en el espacio y en el tiempo, entre nosotros y los otros. Esta dialéctica recorre la serie de principio a fin: los que acaban de llegar a la isla y los que ya estaban en ella, los que regresarán de la isla a sus vidas y los que se quedarán, las fuerzas asociadas a Jacob y las ligadas al Humo Negro, los hombres y las mujeres, el mundo exterior y la isla, los que se “salvan” y los que no lo hacen…

La alteridad es uno de los telones de fondo de la trama, que se plasma en el tremendo problema de cómo relacionarse con los otros, cómo comprenderlos, atraerlos, aprehenderlos, sustraerlos… Los personajes de Lost están perdidos, entre otras razones porque no saben muy bien qué hacer con los otros, como nos sucede a nosotros en la vida cotidiana. Y es precisamente esa dificultad de relacionarse con el otro el fundamento de las relaciones sociales, la clave de bóveda de eso que llamamos comunidad, o incluso de ese abismal reto que denominamos la constitución de la sociedad. Con la caída aparece la confusión. El descenso a los infiernos se confunde con la posibilidad del paraíso. Los vínculos sociales han de recomponerse, la tribu comienza a imponerse, los instintos se afinan, y los arquetipos universales se recargan. Seguidamente comenzarán a hacer su aparición disfrazados con los ropajes de los múltiples complejos que se evidencian entre los pliegues del drama social que se despliega en la playa primigenia. Y no hay forma de escapar de ellos, solo cabe vivirlos.

Gil-Manuel Hernàndez

martes, 16 de noviembre de 2010

4.8.15.16.23.42


A partir del capítulo llamado Números, se desencadena un proceso que mantuvo a la audiencia enganchados a cientos de especulaciones.

¿Qué eran estos números que creaban la locura de alguna persona y el convertirse en gafes?

¿Tenía razón Hugo cuando decía que estaba maldito por haberle tocado la lotería y empezar a sufrir un desastre tras otro?

Aquí se presenta un elemento muy importante en todas las tradiciones: el sentido del número y su valor simbólico por un lado. Son arquetipos de orden, e instrumentos de medida en la realidad objetiva, por otro. Luego aportaré los datos reales que los guionistas han aportado a los fans de la serie Lost a lo largo de estas temporadas, aquí quiero ir más allá, acercarme más a los aspectos inconscientes del colectivo, al sentido que la presencia de los números representan para la Humanidad en general, que es la reflexión más interesante que encuentro sobre el tema, aparte de lo que los guionistas decidieron sobre el tema. Jung y M. L. von Franz señalaban el valor del número como arquetipo de orden, manifestándose en el universo y en su creación a través de las leyes de la física, ya sea la inicial de los pueblos antiguos o la nuestra que comienza con los conceptos de Newton y siguen con las leyes relativistas y cuánticas. No estoy dejando de lado la concepción que tenían los matemáticos y físicos antiguos, sino que no quiero extenderme en el tema por salirse del sentido de este apartado en el tema de Lost. El número Pi (π) aparece como elemento base tanto en la expresión de la rueda, el circulo, los planetas y estrellas, o las pirámides, como elemento base para su construcción. Esta abstracción es algo fundamental, como el desarrollo del algebra por los árabes, etc.

Es decir, los números nos sujetan, nos describen nos incrustan en cierta medida en la realidad objetiva…para bien muchas veces o para mal otras, como parece querernos decir Hurley a lo largo de la serie.

Cuanta gente está, estamos sujetos a los juegos de azar: lotería, loto, quinielas; algunas culturas de forma exacerbada como parece verse entre los chinos, aunque eso sea tal vez una leyenda negra. El tema es que hasta con el horóscopo, la numerología, la gente siente una necesidad de confrontar con los números, de sentir una identificación. De hecho los poderes fácticos han conseguido convertirnos en un número, o en muchos: Nº Seguridad social, Nº del D.N.I., Nº de las tarjetas de crédito personal, etc.

Realmente, las herramientas que más usamos, el PC, móvil, laptop o iPad funcionan con software que lee números-bytes.

Por lo tanto en el imaginario colectivo, en el inconsciente de TODOS los seres humanos el número, el orden o el posible caos necesita un sentido, una comprensión y esa baza está muy bien jugada por los guionistas de la serie.

Ahora pasemos a conocer un poco la historia de esos números que aparece con más intensidad en otras temporadas y que vuelven a retomar significado en la última temporada.

Vuelvo a advertir a los que son espectadores tardíos de esta serie, que no sigan leyendo este texto, hasta que lleven por lo menos 3 ó 4 temporadas, el que avisa no es traidor, dice el refrán.

Esos números recurrentes 4, 8, 15, 16, 23, 42, que aparecieron por primera vez en el capitulo mencionado en la cabecera de este texto, conectan Suerte (ganar la lotería) con Maldición, lo que puede acompañarla, es decir, que ocurre tras un exceso de “Suerte” en la vida o dicho de otra manera, recibir un regalo realmente no merecido o que no ha costado esfuerzo.

En la trama vemos donde los oyó por primera vez, en un sujeto enfermo mental de la institución donde él estaba internado también un tal Leonard, quien los había oído de una transmisión reiterativa, junto a un colega de la marina destinado en el Pacifico, Sam Toomey,

Esto ya justifica a Hugo a confirmar la maldición y en teoría estar más tranquilo. Hugo Reyes es un personaje entrañable, que representa un modelo social muy actual: el del joven ingenuo, eterno puer, que espera siempre que la solución venga de fuera. Cuando algo les sale mal se enfadan, se asustan, se quejan pero no suelen asumir su responsabilidad, no ya en el hecho turbador que les ocurre sino en la posibilidad de hacerse responsables de buscar una solución, desarrollada por ellos mismos; se le ve continuamente buscando un líder, alguien que de soluciones, hasta el momento en que la presencia de los números de su lotería, en unos papeles de Rousseau, despierta suficiente alarma, interés (es decir, analíticamente una carga de libido suficiente para tomar una decisión).

Hugo (Hurley) Reyes, encarna ese aspecto naíf que presenta mucha gente, cargado de necesidad de protagonismo y a la vez de inmensa timidez, no exento de sabiduría silvestre o de intuición. Es un sujeto asustadizo, ansioso y oral, compensa todas las carencias y necesidades con la bulimia (con la necesidad de comer sincopadamente).

Es un aspecto que podemos encarnar cualquier persona; no llega a ser un arquetipo, pero si un claro complejo de inadaptación-seudo independencia-rebeldía y a la vez emana una actitud que despierta aspectos entrañables en el personaje. Por otro lado es un personaje de los que permanece hasta el final. Esto nos orienta hacia esos aspectos de la Sombra que solemos negar o relegar a segundo plano y que pueden tener una participación relevante en los procesos de la vida. Hugo no acaba de ajustarse a la problemática existencia, por eso acaba siempre en la institución mental.

Como iremos viendo, en las últimas temporadas consigue ser el hombre de confianza de todos, a pesar de que nunca quiere tomar decisiones, su excesiva oralidad es compensada con bondad, a diferencia de la oralidad de Charlie, que precisaba más drama: drogas, mujeres, alcohol, etc.

Ahora vamos a aportar la información que dan los guionistas a través del desarrollo de diferentes programas, juegos en la red y que he tomado de diferentes links de seguidores de la serie, hecho que les agradezco sobremanera, por esa entrega a recabar información de este evento cinematográfico de mitología actual. Sólo aportaré parte de la información, sobre todo la que corresponde a esta fase de la Nekya de los personajes, es decir a las tres primeras temporadas, lo que he llamado yo El inicio del viaje.

“Estos seis números son los valores numéricos de la Ecuación Valenzetti, una fórmula matemática diseñada para predecir el fin de la humanidad. En la actualidad, los Números representan los factores humanos y ambientales de la ecuación (es decir, su forma numérica), aunque su significado exacto es desconocido. El objetivo de la Iniciativa DHARMA era cambiar los factores que conducían a la caída de la humanidad, lo cual sería indicado si se produjera una alteración en al menos uno de los factores humanos/ambientales, por ejemplo los números. Sin embargo, en todos estos años de investigación, la Iniciativa fracasó en su objetivo. Pese a todas las investigaciones y manipulaciones de los valores de la ecuación, el resultado final siempre eran los números”. Este texto está tomado literalmente de un link de seguidores que pondremos al final de comentar toda la serie como bibliografía y reconocimiento al esfuerzo de tantos fans de la serie.

Pero estos números aportan más significados que no quiero adelantar para no romper el discurso de la trama tan bien desarrollado por los guionistas de la misma.

Jose López


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Lost: El desfile de los Complejos


En estos primeros episodios se está desarrollando la presentación de la trama desde los ojos de Jack, pero poco a poco, con sus carreras cuidando a unos y otros, se van perfilando los demás personajes, que es lo que he llamado el desfile de los complejos.

¿Por qué esa denominación?, aparte de mi sesgo clínico en la mirada, realmente cada ser humano es para el otro como un complejo interno activado, pues cada ser humano nos provoca diferentes estimulaciones en nuestra realidad tanto externa como interna y su presencia y acciones sirven a nuestra psique como los complejos internos, sobre todo si cometemos el error de proyectar en los demás nuestras propias necesidades y fantasías (esto es lo que en el psicoanálisis clásico se denomina transferencia).

Y ese es el juego de los guionistas, llevar nuestro ojo observador a través de las miradas que se van despertando en la Isla, recordad como aparece también el ojo de Sun en los primeros capítulos cuando inicia la andadura de contarnos su mito personal. Y aquí empieza la verdadera trama, el verdadero método (method, en griego: camino) de introducirnos en la isla, de que cada espectador quede atrapado en esa isla para siempre, el recurso de conocer la vida de cada uno de los que está allá; los flashback es un sistema muy bueno, te exige máxima atención para poder seguir la historia, y a la vez te dificulta la auto reflexión y te va introduciendo en la Isla personal de cada uno de nosotros por la identificación con cada uno de los personajes, consiguiendo que de forma inconsciente no te puedas defender de esta seducción y sigas la historia…desde tu Isla interior.

Uno de los primeros que encuentra su cambio radical es Charlie, su drogadicción le estalla en la cara en ese espacio y poco a poco, pasa de verse marginal y huyendo a transformarse en alguien querido y respetado.

“Estoy orgulloso de ti, Charlie” le dice Locke en un momento decisivo de su decisión y cambio personal.

Como supuesto lugar de expiación, purgatorio, centro de detención, o retorta alquímica de transformación, que parece indicarnos la Isla como fin, los diferentes personajes empiezan a mostrar su lado oscuro, como lo hizo Charlie y Kate.

Ahora le toca a Sawyer, desarrollando el aspecto más malvado y egoísta en la Isla, mientras Sayid intenta comunicarse con el exterior, o hacer “comunicarse” a los demás a través de su experiencia como torturador. Orto aspecto de sombra presente en el caleidoscopio del ser humano.

Lo mismo que Shanon y Boone, los hermanos separados, con una relación de amor-odio, dependencia-rechazo. Donde su asma es un reflejo de la asfixia y ansia por la agresión de la vida, de sus vidas.

El primer paso en toda crisis es el encuentro con lo peor de nosotros mismos, como en el caso de Jack convirtiéndose en cómplice de Sayid torturando a Sawyer.

Como dice Charlie, cada uno hace sus elecciones, incluso Sawyer buscando ser odiado, auto castigándose buscando seudo redenciones mínimas (el beso de Kate) ya que siente que no tiene nada que perder y el vive la Isla como la jungla. Le han engañado, destrozado la vida de niño y desea y siente el engañar como una necesidad…casi natural.

La alianza de Jack con Sayid en la tortura, muestra algo que desde la psicología profunda sabemos: en TODOS NOSOTROS están adormecidos los peores monstruos de la especie humana, junto a las mejores cualidades. Depende de cómo se muevas las fichas de la vida, de las elecciones que hagamos, de lo conscientes que estemos a las pulsiones de nuestro propio inconsciente…nuestra propia e insondable isla personal.

Como señala el personaje de Sawyer, persiguiendo lo que nos destruye o nos daña, corremos el riesgo de ser impregnados por ese mal, ser convertidos en él.

Esos náufragos, en esa Isla especial, están empezando a tomar consciencia de sí mismos y de todos sus potenciales, sean de la índole que sea. Sayid quiere irse del grupo a otro extremo de la Isla porque no ha podido cumplir su juramento de no activar su demonio interior, pero Kate le señala que “no hay ningún lugar a donde ir”, pero él que ha visto su monstruo de cerca quiere mapear la orilla de la isla, descubrir donde están realmente. Y así acababa bajo tortura del personaje llamado Rousseau. Fenómenos sincronísticos Karma-Dharma.

Aquí ya se va perfilando la presencia de los Otros. Este concepto tiene una base antropológica muy potente, pues todos los pueblos primitivos, se llaman a sí mismos, la Gente o el Pueblo (yanomami, inuit, borobo, etc.), de hecho su nombre en su lengua quiere decir la gente. Y el resto de los pueblos son Los Otros, los extraños, el enemigo, los que compiten por el territorio, comida, etc.

Aquí aparece un dato básico de la relación humana, el reconocimiento del otro como otro yo, pero diferente, peligroso o al menos desconfiable.

Este problema lo mantenemos en el racismo, la xenofobia que sigue invadiéndonos a pesar de siglos de supuesta civilización “avanzada”. Lamentablemente es un resto atávico animal, los animales actúan así territorialmente, nosotros tenemos la responsabilidad de no dejarnos poseer por ese impulso atávico y confrontarlo de forma consciente, eso es algo que se va a ir desarrollando abundantemente en la serie.

Aquí a partir del capítulo llamado Solitario, aparecen los susurros, las voces del bosque, que nombra primero Danielle Rousseau y que en otros capítulos previos empiezan a insinuarse.

En otro capítulo, en un sueño de Claire, la embarazada, que premoniciona su parto, aparece Locke con ojos negros, diabólicos, un aviso ya de que va a ser uno de los elegidos por el humo negro.

A la vez, en su deseo de adaptarse de forma más o menos “cómoda” al lugar en espera de un supuesto rescate, mientras la Isla se lleva con su terrible oleaje la arena y el fuselaje y todo lo que haya cerca y mientras sucede el rapto de Claire junto al intento de asesinato de Charlie, todos los supervivientes intentan a alejarse de la costa, de la orilla que pueda acercarles a la mirada del mundo exterior, para así refugiarse un poco más adentro, unos en las cuevas y otros en esos árboles que parecen manglares. En realidad, todo ello nos dice que los personajes despiertan más al miedo ante el peligro y se introducen más dentro de la Isla. En su momento dedicaré un monográfico a la Isla.

Jose López

martes, 2 de noviembre de 2010

El shock de la realidad: despertar del sueño, o cambiar el sueño



El ojo inicial, el ojo de Jack, que despierta rodeado de un bosque de bambús, que en la simbología budista representan la jungla de los pecados y tras ver al perro decide levantarse y correr por ella hasta encontrar …la orilla, el silencio y enseguida el drama el desastre.

Allí ya se define su estilo, correr de un lado a otro ayudando, aconsejando, dirigiendo, es como si ese proceso dramático del desastre le facilitara la posibilidad de redimir a todo y a él mismo, tal como va apareciendo en la serie a lo largo del tiempo.

Por otro lado, al revisarla de nuevo te das cuenta de que muchas señales indirectas del drama a desarrollar ya aparecen, ya se están insinuando, como cuando Locke está jugando con el Backgammon y se le acerca Walter, el chico negro hijo de Michel y le explica el origen mesopotámico del juego, de las dos fichas: la luz (blancas) y la oscuridad (negras), elemento que no veremos más hasta casi las dos últimas temporadas donde se irá desvelando que es la isla. Aunque de entrada lo Numinoso de la Isla aparece ya, con el sonido de lo monstruoso que mueve las hojas, un oso polar en el trópico y John Locke que puede caminar sorprendentemente, pudiendo por fin realizar “la marcha de poder” (walkabout) aborigen que era su destino y su necesidad vital, lo que le devolvería su completa humanidad.

En estos primeros capítulos de la primera temporada se percibe el porqué de la elección de Locke por el Humo Negro (H.N.), el primer encuentro que marca su sensación de ser un elegido, de que la Isla tiene un sentido especial que le hace luchar por ello.

Este personaje es un guiño al filósofo John Locke (1632-1704), Su influencia en la ideología liberal moderna no la refuta nadie; se ocupó de problemas políticos, sociales, educativos y religiosos. Curiosamente nuestro personaje se mueve alternativamente por todos estos campos en función del impacto que le provocan las vivencias que va teniendo.

El personaje real era un empirista con motivos entrelazados de racionalismo. Su obra capital, el ensayo sobre el entendimiento humano (1690), es un detallado estudio de la naturaleza, alcance y límites del entendimiento. Investigar el origen, certidumbre y alcance del conocimiento humano, juntamente con las razones y los grados de creencia, opinión y asentimiento[1]. Su trabajo es un ataque contra “el innatismo”, no hay principios innatos. Justamente los guionistas hacen aquí el guiño en el Locke de ficción, un hombre de fe, que presupone que hay un “motivo” para la Isla, que la Isla tiene su propósito y todo lo deja en función de la fe y confianza en el ser humano. Recordemos cómo le fue con su padre natural, un impresentable integral. Pero no vayamos adelantando material. Quedémonos con este aspecto inicial de Locke y luego iremos ampliando.


[1] Ferrater Mora, J. Diccionario de filosofía. Ed. Circ. De lect. Vol.III.1994. pag.2165-6.