lunes, 9 de abril de 2012

La Sombra de la Vida: Melancolía, de Lars von Trier

Hola a todos, espero no esteis demasiado cansados de esperar nuestra continuación de reflexiones sobre Lost, que en breve continuaremos.
Pero tras la pelicula de Cronenberg me interesó especialmente la última Melancolia de Trier.
Curiosamente hay un magnifico artículo de Christian Bronstein, editado en Pijamasurf el 7 de enero del 2012.
Coincido totalmente en su valoración que creo se merece ser reproducida aquí en toda su totalidad, disfrutarla:

La película "Melancolía" de Lars Von Trier integra, consciente o inconscientemente, el proceso de la psique de atravesar la sombra (saturnal de la muerte) hacia el renacimiento. Una breve investigación de la depresión y la melancolía dentro de un marco de psicología y alquimia.
Desde la puesta escena, la estructuración narrativa y la historia en si, Melancolíaparece violar o transgredir los horizontes de expectativas tradicionales para mostrarse menos como el relato ordenado y coherente de las peripecias de su protagonista que como una especie de sueño extraño, desordenado y sombrío, inmoral o siniestro, como una pesadilla de esas que nos dejan en la mañana con una duda nebulosa o una angustia inexplicable. La película de Lars von Trier puede ser leída, en este sentido, como una expresión del inconsciente (del inconsciente colectivo en general, y del inconsciente de Lars von Trier en particular) y nuestra propia experiencia cinematográfica de la película como un encuentro con un contenido del inconsciente. Así de psicodélica es la intensidad fascinante que Lars von Trier imprime a su film, del que podría decirse que su gran logro es no solo recrear a través de una cámara en todas sus honduras un estado del alma, sino arrastrar a los espectadores hacia este en la medida en que avanza el film.
La película se divide en dos partes. En la primera parte vemos como Justine (el personaje de Kirsten Dunst) navega entre sus fantasías internas melancólicas y las exigencias del mundo social. Puede verse en esta dicotomía la clásica relación entre los aspectos más extremos de la extroversión y la introversión. Estas dos funciones, dirá la psicología junguiana, constituyen los dos modos básicos de conocer y relacionarse con el mundo que las personas tienen, de acuerdo a la tendencia particular de su psique, siendo esta tendencia (hacia la introversión o la extroversión) el factor central que diferencia los dos tipos básicos de personalidad. Mientras que la atención del extrovertido está dirigida principalmente hacia el “mundo exterior”, el mundo de  los objetos, de la gente y de la sociedad, el interés del introvertido se dirige principalmente a los procesos “internos”: la introspección, las fantasías y los pensamientos reflexivos personales. Mientras que el extrovertido suele encontrar sentido en el mundo social, en los valores culturales y en lo que sucede en su entorno más inmediato, el introvertido habita principalmente en su mundo interior, pudiendo parecerle el mundo externo una mera cascara, un mundo de simulacros o (en sentido social) de formalismos vacíos. Si bien no hay personas totalmente introvertidas o totalmente extravertidas, en cada individuo (y en cada momento especifico del desarrollo de su consciencia, podríamos agregar) hay una tendencia hacia uno u otro extremo.
Nuestra cultura occidental, pragmática, masculina y solar, se ha constituido como una cultura básicamente extrovertida, rechazando o reprimiendo la introversión como algo básicamente indeseable, femenino (peyorativamente), inútil, cuando no patológico o malévolo. Cuando la cultura favorece o rechaza un aspecto de la psique sobre el otro, el resultado natural de ello es un desequilibrio en la salud psíquica de la cultura. Para aquellos cuya tendencia es la introversión, se convierte en causa de contradicciones internas y dificultades de integración social. La cultura se convierte entonces en la Mascara, aquella que usamos para funcionar dentro de la lógica del mundo social sin entrar en contradicciones con este, ser rechazados o sancionados simbólicamente por él. Cuando la identificación con la Máscara social fuerza al ego a desplazar su propio sentido de identidad personal, obligándolo a reprimirlo y “adecuarlo” a una exigencia externa, esto suele convertirse en una de las causas de ese malestar psicológico que los antiguos llamaban “melancolía” y que nosotros denominados “depresión”: una enfermedad mental o desorden psíquico caracterizado por una falta de energía y de deseo, o una pérdida de sentido del deseo.
 
En la segunda parte de la historia de Lars von Trier, vemos como un planeta desconocido y misterioso se acerca a la Tierra, inexorable. El advenimiento de este planeta, llamado precisamente Melancolía, coincide con el acrecentamiento del estado mental melancólico de la protagonista, que parece caracterizarse por esta “pérdida de sentido” en la realidad social (externa, extrovertida, tangible), lo que se traduce en una pérdida de energía para actuar en el mundo, al tiempo que una inmersión involuntaria en las imágenes de su fantasía (en términos junguianos, el mundo del alma). Luego de la experiencia traumática y desestructurante de la fallida boda, el personaje queda prácticamente desconectado de la experiencia externa del mundo, y su estado solo parece empeorar. El mundo exterior ya esta “muerto” para Justine, incluso el alimento (símbolo de la vida) le sabe a cenizas.
La relación entre los tránsitos planetarios y los procesos psíquicos internos descansa sobre una relación simbólica muy antigua, que el filosofo e historiador de la cultura Richard Tarnas rastreó magistralmente en su reciente y fascinante libro Cosmos y Pisque (2009), en donde exploró las correlaciones astrológicas históricas entre los tránsitos planetarios de nuestro sistema solar y los procesos arquetípicos del inconsciente personal y colectivo, sentando sólidas bases empíricas para una “astrología arquetipal”. Es muy notable como aún Lars von Trier, que opera dentro de un aparente nihilismo existencial y perdida de conexión entre la psique y el cosmos, haya recurrido, sin embargo, acaso inconscientemente, a este arquetípico simbolismo hermético. En la simbólica astrológica, la melancolía es uno de los aspectos oscuros o negativos de Saturno, específicamente lo asociado al límite, la decadencia, la vejez de las cosas y la opresión. En el reino de los procesos biológicos, a la muerte.
Al tiempo que Melancolía se va acercando a la tierra, su resonancia arquetipal va impregnando a todos los personajes, uno tras otro, en el estado melancólico. La melancolía comienza como una duda y un miedo a la muerte física (dada la posibilidad de que el planeta impacte la Tierra destruyendo en el proceso toda la vida en ella), pero esta situación existencial parece ir arrastrándolos hacia otro temor, acaso más hondo y más profundo: la aniquilación de su ego. A medida que la Melancolía se acerca, esta otra muerte, caracterizada por una perdida de sentido en la realidad externa, en la vida familiar y cotidiana, en todos los valores, proyectos e ideas que conforman al “ego” extrovertido y social y, en última instancia, en la misma condición de ser, comienza a caer sobre ellos como un peso ineludible. El enfrentamiento con la perdida de sentido, el enfrentamiento con la muerte, constituye un aspecto de lo que en psicología junguiana se denomina el encuentro con La Sombra, aquellos realidades negadas, evitadas o reprimidas por el ego que vuelven desde el inconsciente con fuerza devastadora. De hecho, en la historia, Melancolía es un planeta que estaba escondido detrás del Sol, siendo el Sol astrológicamente el “planeta” vinculado al ego.
Es notable como a medida que “Melancolía” se acerca a Tierra y el planeta entero comienza a ser “tomado” por la misma disposición psíquica y todas las máscaras sociales comienzan a desintegrarse, solo entonces Justine parece ser liberada de la opresión del mundo, pasando a ser realmente ella, sin contradicciones, e incluso parece sentirse plena. Ya sin máscaras entre su pérdida de sentido hacia el mundo social y sus ensoñaciones internas, desnuda (simbólica y literalmente), experimenta un momento numinoso plenamente en contacto con su alma. En términos astrológicos, podemos ver en esta experiencia del personaje una auténtica experiencia “venusina”. Marsilio Ficino, posiblemente el astrólogo neo-platónico más importante de la historia, consideraba que la melancolía saturniana debía tratarse recurriendo a las experiencias  que corresponden a los planetas que equilibran a Saturno, especialmente Venus:“Venus modera a Saturno y por lo tanto un melancólico debiera ir por espacios venusinos: largas caminatas por la naturaleza, mucha luz en los cuartos, los perfumes, los aromas, los metales, la alimentación que refleje todo de este tipo de vibración.” (citado en Enrique Eskenazi, “Saturno y el don de la melancolía”, 2005).
Mientras tanto, el ego de los otros personajes es lentamente avasallado y consumido en el horror de la pérdida de sentido de todos los valores que antes lo habían constituido y en el miedo a la aniquilación inminente. Podemos ver este enfrentamiento reflejado en la actitud de John (el personaje de Kiefer Sutherland), quien siendo el más pragmático, “sensato” y optimista (solar), recurre al suicido cuando se ve obligado a aceptar existencialmente la muerte y mirarla a la cara.
Y es justamente la introvertida y melancólica Justine el único personaje que enfrenta la muerte a la cara y no le teme. La asunción de la muerte, para Lars von Trier, no constituye sin embargo una liberación del ego y una nueva libertad, sino que se expresa como el más hondo nihilismo existencial, el que a pesar de ser negado y reprimido por la Mascara social, retorna para imponer su realidad. Y su realidad es pulsión de muerte: el deseo de perderse en el estado anterior a la consciencia, indiferenciado, y la sensación de que la consciencia es de hecho un error, algo vil, algo malo. Justine afirma literalmente que la “vida” es maligna, creando una nueva versión del arquetipo de la Caída. Podríamos decir que Lars Von Trier expresa en las palabras de Justine un retro-romanticismo que quiere escapar allá en donde la consciencia melancolica ya no deba ser experimentada, buscando el paraíso perdido más lejos de lo que lo buscan los románticos habituales. Justine no puede encontrar el paraíso perdido en ningún pasado humano, ni siquiera en ningún pasado animal o vegetal. Para poder retornar (escapar) al supuesto mundo de la nada, a la inconsciencia pura y prístina, perfecta e implícitamente “natural”, que la emergencia antinatural de la vida perturbó y corrompió, toda la vida (el límite en el que Justine traza el concepto de “vida”, en realidad) debe ser aniquilada. La existencia de la vida en la Tierra, desde las formas más simples hasta los humanos, se convierte entonces en un horrendo error cósmico, una especie de crimen primordial, lo que constituye una cosmovisión profundamente dualista que expresa el profundo sentido de desconexión entre “psique” y “cosmos” que acaso se encuentra detrás de la propia melancolía de Lars Von Trier. “Es esta noción dualista (la noción de que nos podemos desviar de la Corriente real del Cosmos) la que coloca una visión del mundo zoroastrina, extremadamente arrogante, egocéntrica y regresiva, una visión que no advierte el hecho de que el Gran Espíritu, si realmente es Grande, debe estar incluso detrás de esos movimientos que nos parecen desviaciones. Todo ello pasa por alto que, como diría el zen, ‘aquello de lo que uno se puede desviar no es el verdadero Tao’” (Ken Wilber, Sexo, Ecología, Espiritualidad, 1995).
De las diversas y variadas críticas, positivas y negativas, que la película de Lars von Trier recibió, dos comentarios son notables:
“…audaz, bella, sutil y quizá la réplica perfecta a The Tree of Life en una sesión doble bipolar.” (Kim Newman: Empire).
“Quizás esta película es un tipo de terapia para Lars von Trier que implica transferir su depresión al público” (Peter Bradshaw: Guardian).
La melancolía, que Lars von Trier quiere transmitirnos a lo largo del film y con la que pretende avasallarnos y arrastrarnos hacia ella es la misma que avasalla y arrastra a sus personajes, probablemente la misma que lo avasalla y arrastra a él mismo. Porque en términos de la psicología arquetipal, la melancolía es otra perspectiva mítica, unadisposición arquetipal, entre muchas. Posiblemente una disposición angustiosa nacida de una perdida de equilibrio anímico o una profunda perdida de sentido existencial de y conexión vital y espiritual con el mundo. De ahí que la comparación con Tree of Life resulte especialmente adecuada, ya que la resplandeciente película Terrence Malick parece presentar la perspectiva arquetipal justamente opuesta: la presencia del espíritu, del significado trascendente, de la unidad espiritual entre la vida humana y el devenir de la vida cósmica.
Sin embargo, desde la perspectiva arquetipal, la melancolía puede ser también un paso necesario, una experiencia de curación, el primer paso de la cárcel a la libertad y de la mentira a la sinceridad. Puede ser también la nigredo de los alquimistas, el proceso alquímico de la muerte del viejo ego y de las perspectivas limitadoras y falsas que lo constreñían. En palabras de James Hillman: “…la pérdida significa perder lo que fue, queremos cambiar pero no queremos perder, sin tiempo para la pérdida no tenemos tiempo para el alma. El alma sabe acerca del caos de la cultura en el que estamos, de alguna manera si no estamos en duelo, entonces estamos fuera de contacto con el alma, de modo que subyacente a la depresión hay una adaptación a la condición subyacente del mundo. A veces creo que hay una depresión subyacente en nuestra cultura y me hace pensar que si uno no está deprimido uno es anormal, porque el alma sabe acerca de la destrucción de los árboles, de la destrucción de los edificios, de la fealdad que se está desparramando, del caos de la cultura en muchas maneras y de alguna manera si no estás en duelo con lo que está ocurriendo en el mundo, entonces estás separado del alma del mundo… La depresión es todavía el gran enemigo, y sin embargo a través de la depresión entramos en la profundidad y en las profundidades encontramos alma. La depresión es esencial para el sentimiento trágico de la vida, humedece el alma seca y seca al alma mojada, trae refugio, limitación, foco, gravedad, peso y humilde impotencia; recuerda a la muerte. La verdadera revolución en nombre del alma comienza con el individuo que puede ser fiel a su depresión…” (Hillman, Loose Ends, 1983).
¿Podríamos ver, entonces, estas dos experiencias emergidas del alma de Lars von Trier y de Terrence Malick no solo como imágenes dualistas y contradictorias de dos visiones del mundo sino como las dos caras complementarias de un solo proceso, inminente, de muerte y transformación cultural? ¿Podríamos ver en estas el símbolo de la muerte del viejo ego y del advenimiento resplandeciente de una nueva consciencia? A nuestro alrededor, y en nuestro interior, ¿quién no puede sentir que algo está muriendo y algo está naciendo? Acaso lo que se escucha en los films de Lars von Trier y de Terrence Malick no sea simplemente la voz de sus autores sino propia la voz del alma. Ambos relatos nos hablan de la muerte, ambos pueden inundarnos y conmovernos, como cuando vemos el rostro innegable de una verdad. ¿Y quién puede escapar de la muerte? ¡Y que errados en querer escapar de ella, como si no estuviera presente a cada instante, en cada exhalación! La muerte es la eterna puerta del renacimiento del alma.
 
¿Magnifico texto, espero lo hayais disfrutado!
Jose López 

sábado, 18 de febrero de 2012

Un metodo peligroso de David cronenberg

El hecho de visionar esta película después de escuchar críticas a favor y mayoritariamente en contra, me obligó a contemplarla desde una importante distancia para no ser contaminado de aprioris y proyecciones.
Tras el visionado pude confirmar un hecho que veo en clínica y en la relación en general con el mundo intelectual, sea del gremio o no. El hecho es la total separación entre discurso racional-intelectual, las emociones y aspectos de la sombra.
Lo señalo, porque de las 4 funciones, la mayoría de los intelectuales y los seudo intelectuales, hipertrofian la función pensante y la perceptiva, dejando como función inferior la emoción, que hace que campe  a sus anchas desde aspectos de la sombra siendo bastante visceral e integrista. Que mejor inicio de la crítica del film que entrar desde el mundo junguiano.
Señalaré que las características fílmicas, que las tiene, aunque a veces no son magnificas, tal vez por rendir el estilo del director a lo que quiere narrar, no será el tema de mi discusión, soy cinéfilo, pero no critico de cine.
La reflexión va a dirigirse hacia el sentido, objetivos y recursos del film en sí. En esto el magnífico Cronenberg, rompe su estilo fílmico, algo que sólo puede hacer un grande para narrar otro tipo de historia y en ello, el cuidado de la puesta en escena, de los actores masculinos y de cómo elige y trata los sucesos en la narración me parece de un respeto y cuidado muy especifico y fino. Pues me parece un film dedicado a gente que no conoce, o no conoce bien ni a Freud ni a Jung, o gente que tiene bien integrada la imagen de estos grandes sin adoraciones, idolatrías o prejuicios formativos.
Para ellos los que tienen una inflación racional en la reflexión igual hubiese hecho un film al estilo de ExistenZ, Scanners, el almuerzo desnudo, etc.
Lo único fallido para mí ha sido la actriz Keira Knightley, que no me parece buena actriz, que está exagerada, histriónica, nada creíble, pero que interpretando a una neurosis con histeria de conversión, puede pasar aunque no sea creíble, como no lo es el cuadro clínico, en sí. Pero no sabe evolucionar en pose de madurez cuando ya es analista y visita a Jung cuando este está iniciando su crisis personal tras la ruptura con su maestro.
¿Que nos muestra Cronenberg en esta película acusada de banal, discursiva y pedagógicamente mala?
En primer lugar una puesta en escena cuidada que nos señala el momento histórico de los protagonistas, a caballo del siglo XIX y el siglo XX, que como nos ocurre ahora, está empezando a estallar en sus crisis de adaptación y asimilación. Freud, médico judío, que lucha por un método incipiente, muy poderoso, que es denostado por la ciencia y que a la vez pretende alejarse del oscurantismo, superstición  y clericalismo puritano de la época. Además con sus medios económicos de clase burguesa media límite, con dificultades económicas. Sólo su grandeza y fuerza de coloso puede vencer los peligros, a pesar de su sombra: orgulloso, rígido, narciso. Esta sombra lo hace para mí maravillosamente humano y creíble a Freud. Este papel lo borda Viggo Mortensen.
Luego tenemos a un joven  Jung, adorado por su maestro, que le ve como  su sucesor magistral, que se debate entre el puritanismo de su padre (un clérigo) y sus pasiones juveniles, entre sus aspectos sombríos, proviene de un ambiente sencillo y se casa (da el braguetazo, hablando coloquialmente) con una riquísima y bella heredera. Aquí nos muestra su narcisismo, su egocentrismo, su ingenuidad total (escena de la comida en casa de Freud o el poco cuidado ante el tema del billete de primera clase respecto al de su maestro en el barco) su sorpresa en el encuentro con Otto, su manera de escapar y huir de su compromiso con su paciente de cara a Freud. Estos aspectos humanos, sólo pueden verse con tranquilidad si no se tiene una postura idealizada de estos hombres tan geniales; nos muestra que la genialidad, aunque se tenga no nace, se hace poco a poco; incluso desde errores como los que se describen en el film que señalan de forma adecuada el proceso evolutivo de los personajes. Por cierto, Michael Fassbender está genial en el papel de Jung, es un Jung para mí muy creíble.
A partir de estos apuntes, se puede ver que la acción descriptiva no es didáctica. ¿Didáctica? Con los pocos apuntes técnicos y profesionales que aparecen. Con el tratamiento visto con puntillas de la paciente.  Lo que ocurre y a mi entender se pretende señalar es que desde el intento de aplicar su método de asociación libre, el de Jung, integrándolo con el trabajo psicoanalítico, más el peligro que genera el mal trabajo de la contra transferencia y la transferencia de la paciente y el terapeuta; mas la relación reflexiva con Otto Gross, unido a sus búsquedas personales, nos va mostrando muy sutilmente los cambios emocionales, psíquicos de Jung, obviamente con las limitaciones que da el discurso fílmico en estos temas tan peliagudos, que hasta el público habitual, tiene sus clichés, clichés que utiliza Cronenberg para llevar al espectador en la dirección que quiere.
La primera licencia es utilizar a Otto Gross(1)  como expresión proyectada de la dialéctica del momento, de la falsa moral sexual y religiosa del momento; de la eterna confrontación dual de las pulsiones, de la aceptación del animal no monógamo que somos y el discurso reduccionista del momento. Sin emplear esta escena, como ¿puede acercar al público las motivaciones de la investigación de Jung? Algo tan complejo que llevaría varios libros y otro tipo de cine para conseguirlo. Incluso puede ser cierto el hecho, pero lo importante es lo que sugiere y enseña al publico de la mirada interior que se va despertando en Jung.
Esa mirada se va vislumbrando en otros pasajes del film donde Jung  de forma ingenua, no inocente, es decir, esperando que su maestro tenga la capacidad de seguirle, ya que sabía que tenía altura de sobra para entenderle, como en el barco con el tema de compartir los sueños o en el tema de las sincronicidades.
 ¡Y tanto que le entiende! Que decide romper con él por no poder tolerar la dirección que Jung va a tomar. De hecho, la elección de la escena de los ruidos en casa de Jung, escena muy breve en el libro autobiográfico, es amplificada en un recurso cinematográfico que facilita en pocos minutos, comprensión de un fenómeno ya diferenciador. No creo que otras sincronicidades desveladas por Jung en su obra, la del escarabajo de oro, por ejemplo, fueran más explicativas, pues narrativamente requieren mas tiempo y cronológicamente son posteriores a esa etapa más joven de Jung. La elección me parece acertada por la situación histórica que narra.
Tal vez es cierto, que para algunos junguianos, no es la clase de secuencias o de  película que hubieran querido ver, pero por suerte, no es un film realizado por un analista, sino por un director que se acerca a ese mundo con el ojo dinámico y simbólico de un cineasta curtido.
Me recuerda esto a las numerosas críticas de Cameron con su película Avatar, que mucha gente esperaba de Cameron otra cosa, y de ahí proyectaron su idea de ese film simbólico, que ya he valorado en este blog. Para mí el paso del Alien3 sombrío de Cameron, diferente al de Scott a filmar Avatar me pareció un cambio muy potente e interesante. Igualmente el director del almuerzo desnudo y Existenz puede atreverse y salir airoso con un método peligroso.
La segunda licencia ha sido la vida sexual de Jung; que pensando en la época, era un modelo vigente en casi todo el mundo, debido a la grave represión sexual y moral del momento, creo que no es necesario mostrar a otro alumno díscolo de Freud que trabajó esto, W. Reich(2) , con intensidad y que también fue eliminado del circulo freudiano.
Posiblemente fuera cierto esto que muestran…y ¿Qué? Hay muchos pacientes que fantasean con la sexualidad de su analista y si este puede o no ser morboso, en el film se nos señala la humanidad doble de estos personajes, acercándolos a la colectividad. De hecho, sólo para ojos técnicos se puede ver el buen asesoramiento técnico de Cronenberg, al señalar los efecto claros de dejarse caer en la contra-transferencia y como se puede generar una relación de poder sado-masoquista, pues realmente es una seducción total del paciente, tras haber sido seducido totalmente por la figura del poder del terapeuta. Aquí es mostrada de forma adecuada, yo diría magistral. Y como la resuelve Jung: en un primer momento, de forma impresentable, negando, escondiendo, mintiendo a su maestro, propio de cierta inmadurez y dudas. Que luego cambia asumiendo totalmente los hechos, a partir de las demandas exigentes de la paciente, con claro chantaje emocional. Que eso sí es terapéutico, no sólo para Jung sino sobre todo para la paciente.  Pues se le devuelve la dignidad de la verdad del hecho ocurrido, la relación de amor. Aunque este hecho sea un proceso proyectivo-incestuoso: padre-terapeuta bueno, respecto al padre real. Con esta parte del film, señala de una forma indirecta, algo que he visto en TODA la obra de Jung, máxima honestidad e impecabilidad de este autor. De hecho, la cantidad de público lego que me ha ido diciendo y he escuchado de amigos decir, sienten un gran deseo de conocer más aun a Jung a partir de este film, me lo confirma. Incluso creen que es un filósofo, no un analista, apunte muy interesante desde lo inconsciente de gente que desconoce al personaje.
Supongo, que la gente que se dice conocedora del tema y que se ha ofendido, ya sea los que dicen que trata mal a Freud, como los que ven el mal trato en Jung, están contaminados por un exceso de logos, que no les puede permitir ver a sus…héroes, ídolos, maestros tratados humanamente, sacados de su Olimpo de pureza, vamos como se ven todas las escuelas analíticas del deje que sea (3) . 
Esta actitud de ofenderse, como la contraria, los que rechazan a Freud y Jung: caso del autor del libro el Dios Ario, que claramente está proyectando su drama personal en Jung.  O como alguien tan actual como  Michel Onfray, que este verano pasado o el anterior, no estoy seguro, en unas conferencias en radio muy eruditas, confundió para mí, la crítica constructiva del psicoanálisis en una diatriba des prestigiadora del mismo atacando la persona de Freud de forma intensa, que generó estallidos de sombra integrista en analistas freudianos franceses que llegaron a pedir la censura y eliminación del programa. Algo patético por ambos lados, los ofendidos en plan integrista y el señor Onfray como valedor de una verdad desfenestradora del trabajo de Freud a partir en parte de una crítica a su vida privada entre otras cosas. Todo el trabajo interesante que aportaba al juicio de Freud para mí perdió valor.
La presencia de Emma Jung es muy anodina, pero muy creíble en el momento, por la biografía, es de suponerse que en cuanto supera Jung su crisis grave de búsqueda interior, se dispara su genio creativo y Emma despierta y es conocedora de la vida amorosa de su pareja mas la formación, la transformen en otro tipo de mujer, que es la que nos ha llegado en la historia y en sus pocos escritos. Obviamente era difícil que pudiera competir con María Louis von Franz y con Toni Wolf, e incluso que al final ni lo pretendiera. Ese aspecto de la doble vida de Jung se transmite muy bien ante la pregunta de su paciente donde sitúa en su vida a su mujer, el pilar y a su amante, el aire, el viento que respira.
Es para mí interesante que sólo va apuntando, dando pinceladas, tal cual debió ser las circunstancias para ellos del proceso inicial de transformación en Jung.
Donde a partir de la ruptura con su maestro y la crisis personal, junto a los sueños sobre la crisis mundial que se avecinaba, van abriéndonos el sentido del gran proceso en el que aún estamos inmersos del despertar de la inconsciencia colectiva a la búsqueda de la individuación y el respeto al otro, pasando por los horrores de una seudo individuación colectiva inconsciente (Wotan y el nazismo, Stalin y el comunismo) a un proceso delicado, lento y humilde que es acercarnos tímida y constantemente a la comprensión de nuestra propia sombra personal e intentar que no se proyecte y contamine a los demás. Lo contrario, lo que hacen los políticos actuales mediocres, lo que marcan la rapiña de los mercados y la apatía y cobardía ignorante de la población de forma general sí que son realmente un Método, un sistema peligroso, no el maravilloso esfuerzo de Freud inicialmente y de Jung posteriormente.
Puede que fílmicamente no sea para muchos un gran film, pero como pensador y analista inmerso en la eclosión no digerida de nuestro siglo XXI, que es donde me sitúo, me parece  un magnifico y digno film aclarador de como empezó en nuestro mundo la aventura de la conciencia individual humana y colectiva.

Jose López, Valencia Febrero del 2012

 1. http://www.filmonair.com/video/david-cronenberg-talks-about-otto-gross-keira-knightley-and-a-dangerous-method
  2.Reich,W. análisis del carácter, sobre la moral sexual, la función del orgasmo, etc.
  3.Von Franz, Mª Louis.Alquimia.Ed.luciernaga.2007.pags.379 y siguientes:”Tomemos los tipos intelectuales e intuitivos…”



domingo, 4 de diciembre de 2011

El poder interno



El poder interno tiene poco que ver con el poder externo, el de los políticos y magnates, el de militares y empresarios. El poder interno no es una suerte de varita mágica para que todo se arregle, no procede de ninguna “ley de la atracción” ni llega llovido del cielo. No es una panacea, ni mucho menos. Más bien tiene que ver con lo que el monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh denomina el “poder auténtico”, que implica una sabia combinación de fe, diligencia, atención plena, concentración y visión profunda, que se traduce en la posibilidad, llevada a la práctica, de transformarnos a nosotros mismos para llevar una vida más plena.

Ese poder no lo hallamos en determinados personajes de Lost, como aquellos obsesionados con el poder externo y la dominación. Por el contrario, lo vemos muy activo, en fermentación, en un proceso alquímico, en personajes como John Locke o Jack Shephard, cada uno a su manera. Locke se mueve desde la fe, Jack desde la ciencia, pero ambos van buscando, de alguna manera, lo mismo. En la cuarta temporada de la serie se produce una muy clara confrontación entre ambos poderes, el externo y el interno. En este sentido el famoso carguero actúa simbólicamente como balanza de la confrontación. Al final explota, detona alegóricamente su “carga explosiva” porque aquella tensión no podía durar más, y a partir de aquí el desenlace se irá precipitando en las dos temporadas siguientes. Ya lo advierte el título del primer capítulo de la temporada cuarta: El principio del fin. Y así será, porque las tensiones y fuerzas presentadas en las tres temporadas primeras se subliman en la cuarta, para dar lugar al tramo final de la serie.

¿Y donde está el poder interno? Hemos hablado de Jack y Locke, pero también lo vemos crecer, a través de los flashbacks, en los otros personajes principales de la serie. Ya sabemos como fueron sus vidas, y es ese conocimiento el que nos faculta para detectar sus transformaciones, que por una tortuosa vía llevan al camino de la transformación. No hay atajos, ni caminos fáciles, ni tienen cabida aquí las ingenuas fábulas de la new age. Solo hay un trabajo inmenso, una ahondar, un descender, un confrontar. Acción y más acción, porque los acontecimientos externos traducen los internos. Hay agitación dentro y fuera. Ese es el poder interno, un poder capaz de transformarlo todo, dentro y fuera. Los personajes ya comienzan a tenerlo muy claro y se adentran en el proceso, más y más. Pero no es hipnosis, es individuación. Locke lo sabe, Jack lo sabe, el Humo Negro lo sabe y algunos más lo saben. Ya no hay vuelta atrás. La isla entera también lo sabe.

Gil-Manuel Hernández i Martí

domingo, 20 de noviembre de 2011

Lost: His name is Jacob




El hombre detrás de la cortina, el mago de Oz, ese es Benjamin Linus para John Locke, el hombre de la gran fe y la gran capacidad de decepción, todo en uno.
Es cierto que en muchos temas de la vida siempre hay un hombre o mujer, detrás de la cortina.
A veces es difícil lidiar con el responsable de los acontecimientos. 
Tal vez por eso cada uno de nosotros debe esforzarse por ser la “persona a cargo” de nuestra vida propia.
Parece ser que Jacob es un nuevo, misterioso y fantasmal líder. 
Pero también pasa algo con Richard, que está en todos los momentos cruciales también y a través del tiempo.
Ben conecta con las primeras apariciones siendo niño y a la vez conecta con un desarrapado y primario Richard, ¿Será el mismo Richard que cuando Ben está con Locke? Obviamente sí.
Curiosamente, el concepto freudiano simbólico de matar al padre, aquí se cumple literalmente por dos de los supuestos líderes de la Isla, como vamos viendo.
Ben se aterroriza porque  Locke ha oído a Jacob y eso, como ya iremos viendo, no lo puede permitir de ningún modo. 
No solo esto nos indica que la Isla es extraña, como ya sabíamos sino que tiene secretos más terribles que oculta.
Como todo lo Numinoso, nunca tenemos una visión completa o de conjunto, solo preguntas y más preguntas, que nunca acaban de ser contestadas.

A lo largo de este drama del mundo, de esta metáfora de la psique humana y del Inconsciente colectivo, veremos muchas respuestas, pero también que siguen las eternas preguntas.

José López



jueves, 13 de octubre de 2011

La droga del poder


Lost puede ser leída e interpretada de muchas maneras, pero una de ellas es, ciertamente, la que gira alrededor de la alegoría del poder. En la serie se despliega toda una trama alrededor del poder, de su conquista y conservación, de su uso y abuso, de su vertiente externa e interna. Por un lado emerge el poder externo, el poder propiamente político, que implica el gobierno del grupo. De este modo debemos entender los liderazgos personales o las pugnas por él, como le sucede al grupo de recién llegados, cuando Jack Shephard entre en liza con James Sawyer, o como sucederá dentro de los Otros, entre Benjamin Linus y Charles Widmore. Pero también está el poder interno, el que solo conoce la lucha continua con las propias sombras, con los complejos de la psique, una lucha que también es diálogo, porque aquí no puede haber ni vencedores ni vencidos. Ese trabajo con el poder interno lo representa paradigmáticamente John Locke y se va manifestando en las transformaciones que los supervivientes van experimentando en la isla.

Con todo hay que admitir que uno de los pilares básicos de la serie es el conflicto que surge alrededor del poder terrenal, el poder externo, el de la pura dominación sobre los individuos, el poder como droga social que podemos ver todos los días en nuestra esfera política, en los noticiarios, incluso en nuestros ámbitos más íntimos, como la vida asociativa, laboral o familiar. Tener el poder significa la realización, un cierto éxtasis que lleva a que cualquier cosa valga para conseguirlo. Obtener la satisfacción de que los demás hagan lo que uno desea que se haga. En Lost las figuras que representan esta obsesión son Benjamin Linus y Charles Widmore, cuyas luchas y maniobras se aceleran en la cuarta temporada de la serie.

Benjamin Linus ilustra a la perfección la figura de todo aquél obsesionado por llegar al poder, capaz de desarrollar un pensamiento estratégico a largo plazo, calculando costes y beneficios de las piezas que se verá obligado a mover para, en un camino sinuoso, llegar a sus últimos objetivos. Ante estos, cualquier cosa que sea percibida como un obstáculo deberá ser eliminada, incluso utilizando la violencia y las malas artes. Así lo hace Ben, capaz de esperar pacientemente su ocasión entre los Otros, capaz de manipular lo que haga falta, capaz de instigar una purga como la que grandes dictadores hicieron con sus pueblos, un hombre que engaña continuamente, que da falsas pistas, que siempre dispone de un plan B. Un arquetipo que se repite en nuestras sociedades, el del político dispuesto a dejar cadáveres detrás de sí para disfrutar del poder, el del tiburón de las finanzas para el cual todos los demás son medios para un fin, el del eclesiástico o el científico que trepa sin tregua, y sin ética alguna, por la institución - tanto da que se hable de la iglesia como de la universidad - para verse en la cátedra coronado de laureles, hinchado de vanidad e investido de poder.

El poder como la droga más poderosa, a la cual no es fácil renunciar, de la cual no es sencillo “dimitir”. La política que nos rodea nos lo demuestra día a día. Charles Widmore también lo deja muy claro en Lost. Su rasgo central es la falta de piedad. No le tiembla el pulso, sus objetivos son lo más importante. Como les sucede a los magnates célebres, a los empresarios más endiosados. Él mismo es un empresario (Construcciones Widmore, Industrias Widmore, Laboratorios Widmore) Sus armas son la astucia, la agresividad, la lealtad al superior, la implacabilidad de su actuación. Es el símbolo del capitalista sin escrúpulos dispuesto a lo que sea por ampliar la cuota de mercado, por obtener nuevos beneficios, por ubicarse en la cima del mundo. Su obsesión por recuperar el poder de la isla donde fue líder de los Otros hará que su encarnizada lucha con Ben aparte tanto a él como a este de la prioridad de mantener a la isla a salvo del mundo exterior. Un ejemplo más de cómo la adicción al poder puede tener como tributo olvidarse de aquello que hay que proteger. Y sucede que finalmente el poder devora a quienes pretenden retenerlo como su exclusiva propiedad privada. Desata los peores monstruos y enfrenta a sus pretendientes. Una historia común y eterna. La historia que está ahí afuera, rodeándonos para incitarnos, si somos valientes, a ser de otra manera.


Gil-Manuel Hernàndez i Martí

martes, 4 de octubre de 2011

Lost: You are one of us, Brother...




Esta frase le señala a Desmond que forma parte de una hermandad religiosa, pero luego veremos realmente a donde pertenece y qué papel desempeña este personaje.
En cierta medida, todos: miembros de la expedición, pasajeros supervivientes, espectadores de la serie, somos todos miembros de una hermandad, la hermandad que busca un tipo de luz, en el sentido de insight, entendimiento, en busca de sentido.
Búsqueda de sentido en la serie, en la Isla, como parábola del sentido de nuestras vidas y ese es el juego de la magic box que representa la Isla.
Simpático el guiño que hacen los guionistas al film El puente sobre el rio Kwai, cuando el grupo expedicionario montado por Desmond sale silbando la melodía del film. Sobre todo si  tenemos en cuenta la épica historia que se narra en ese film de la segunda guerra mundial.
Desmond, como muchos otros de nosotros en algún momento, o muy a menudo, nos hemos movido huyendo de algo, intentando evitar algo, pero como ocurre siempre eso de lo que huimos nos encuentra más pronto o más tarde, no hay escape.
En ese sentido la Isla es un cruce de caminos, destinos, donde es imposible escapar sin asumir una y otra vez la verdad interior, nuestra verdad interior. Sería como cuando se repite de nuevo por Jack la frase de: “si no sabemos vivir juntos, moriremos solos”. También, cuando las cosas en esta isla no están ocultas por mucho tiempo, dice Locke que “la orilla del mar” los desentierra.
Es una constante en la Isla que todo está conectado, como cuando el abad de la abadía tiene una foto con una mujer de edad que saldrá más adelante en la serie de forma relevante, lo que ya nos anuncia que Desmond está ligado a este universo extraño de forma total.
Además la Isla se muestra cruel de forma aleatoria, a los enfermos o lisiados los cura, a las embarazadas las mata, impide que la vida tome cuerpo en la Isla si se ha generado allí.
Otra terrible experiencia, a modo de metáfora freudiana: Locke tiene que cumplir los designios para poder ser libre en la isla, matando al padre, matando a su padre. La alegoría freudiana se convierte aquí en un terrible parricidio, aunque el sujeto se nos muestre merecer eso y más, por su deleznable conducta. Poco a poco se nos va abriendo posibilidades más increíbles y terroríficas sobre que es la isla.
Como le señala Richard a Locke, cada uno tiene que encontrar su propósito, su sentido de vida.
Y justo buscar el propio sentido de vida, es lo que nos hermana a todos: “you are one of us , brother Desmond”; ¿y tu lector-espectador de Lost, has encontrado el sentido de tu vida?
Por primera vez, el padre de John nos acerca la hipótesis de que la Isla sea el infierno, o algo semejante, nos apunta la posibilidad de que todos estén muertos, como algunos sospechamos desde la segunda temporada.
Además las bendiciones y condenas se reparten de forma específica en los supuestos líderes: John deja de tener su columna lisiada y camina; Ben Linus, le crece un tumor que casi le paraliza. Ambos líderes o supuestos líderes tienen frágil su eje, su centro de equilibrio, otra metáfora interesante.
¿Qué clase de sitio es este que reúne todas las deudas y propósitos que deben ser enmendados? ¿Qué clase de espacio terrible de impartir una especie de justicia-venganza?
Lo iremos descubriendo a lo largo de la serie.
José López

Lost: La Anomalía




La anomalía, ese es el nombre dado a la Isla por Benjamin Linus, una anomalía que funciona como una chistera de circo, la caja mágica (the magic box).
Esa anomalía, es algo que continuamente nos ocurre: cuantas veces queremos ir en un sentido y ocurre lo contrario; queremos evitar algo y todo lo que hacemos nos lleva allí.
Pensamos en alguien con cierta insistencia y nos llama por teléfono o nos lo cruzamos en la siguiente esquina. Esas coincidencias, esas situaciones que sí van cargadas de sentido y lo vemos, C.G.Jung lo llamaba sincronicidades, debido entre otras cosas a otro factor empírico descubierto por él y que afecta a la psique, el factor psicoide. Un elemento que señala que la psique no es inmaterial, aunque  es virtual, no está en el cerebro (como postula Eduard Punset[1] y los neurofisiologos que él señala) pero no es metafísica, es energía y si es energía es material, como el universo que es materia y energía y apenas sabemos nada de este universo.
Lo mismo ocurre con nuestra psique y el cerebro, cuanto más sabemos, somos más conscientes de que se abren más y más preguntas sin respuesta…por ahora.
Por eso la anomalía enfrenta de nuevo y de forma sorprendente a John Locke con su pasado, con su horror-amor-necesidad, señalando que no podemos escapar de nuestro destino, al menos de aquel destino que no queremos o podemos afrontar cara a cara o comprender.
Esa anomalía afecta de diferentes formas a cada uno de los habitantes de la isla y les pide un precio.
Locke es un heraldo del luchador nato, hombre imbuido de grandes ambivalencias: o tiene gran Fe o la pierde y no cree en nada, pero siempre se lanza ciegamente a cualquier proyecto que le diga algo, que le excite. ¿Te reconoces en ello lector, seguidor de Lost? Tal vez si, tal vez no. ¿Ya vas viendo las orillas a tu isla personal? Sigamos abriendo los ojos a la narración.
La anomalía está presente continuamente en nuestras vidas si paramos lo suficiente para sentirla.  Siempre hay ese elemento extraño que nos hace parecer que estamos soñando, que nuestra vida es un sueño, o no es real, o depende de alguien que no distingues.
Ese factor Numinoso es el que quieren acallar continuamente los científicos racionalistas que quieren todo en orden, todo con sentido, aunque este sea lineal y prosaico.
No están abiertos a lo improbable, a lo diferente; su isla no tiene sorpresas, o no debe tenerlas.
Entre esas anomalías empieza a destacar más el humo negro, con su carga ominosa.
Descubrimos que la verja electromagnética es lo único que le impide pasar. Que el humo negro está íntimamente ligado a la Isla.
En esa Isla como va descubriendo poco a poco Juliet, la doctora investigadora, se entra conmocionado, drogado, dormido, no es fácil el acceso a la misma, se necesita un submarino, buena analogía de ciertos procesos de la psique. Para entrar se precisa perder la conciencia, el control.  Incluso ser llevado por los supuestos iniciados que saben entrar y salir…aunque a ti no te dejen salir. 
Todos nosotros, durante seis temporadas, creíamos estar fuera de la Isla, pero una y otra vez queríamos volver a formar parte del viaje de los del vuelo Oceanic 815.
Jose López


[1] Punset es un relevante divulgador científico español.