domingo, 4 de diciembre de 2011

El poder interno



El poder interno tiene poco que ver con el poder externo, el de los políticos y magnates, el de militares y empresarios. El poder interno no es una suerte de varita mágica para que todo se arregle, no procede de ninguna “ley de la atracción” ni llega llovido del cielo. No es una panacea, ni mucho menos. Más bien tiene que ver con lo que el monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh denomina el “poder auténtico”, que implica una sabia combinación de fe, diligencia, atención plena, concentración y visión profunda, que se traduce en la posibilidad, llevada a la práctica, de transformarnos a nosotros mismos para llevar una vida más plena.

Ese poder no lo hallamos en determinados personajes de Lost, como aquellos obsesionados con el poder externo y la dominación. Por el contrario, lo vemos muy activo, en fermentación, en un proceso alquímico, en personajes como John Locke o Jack Shephard, cada uno a su manera. Locke se mueve desde la fe, Jack desde la ciencia, pero ambos van buscando, de alguna manera, lo mismo. En la cuarta temporada de la serie se produce una muy clara confrontación entre ambos poderes, el externo y el interno. En este sentido el famoso carguero actúa simbólicamente como balanza de la confrontación. Al final explota, detona alegóricamente su “carga explosiva” porque aquella tensión no podía durar más, y a partir de aquí el desenlace se irá precipitando en las dos temporadas siguientes. Ya lo advierte el título del primer capítulo de la temporada cuarta: El principio del fin. Y así será, porque las tensiones y fuerzas presentadas en las tres temporadas primeras se subliman en la cuarta, para dar lugar al tramo final de la serie.

¿Y donde está el poder interno? Hemos hablado de Jack y Locke, pero también lo vemos crecer, a través de los flashbacks, en los otros personajes principales de la serie. Ya sabemos como fueron sus vidas, y es ese conocimiento el que nos faculta para detectar sus transformaciones, que por una tortuosa vía llevan al camino de la transformación. No hay atajos, ni caminos fáciles, ni tienen cabida aquí las ingenuas fábulas de la new age. Solo hay un trabajo inmenso, una ahondar, un descender, un confrontar. Acción y más acción, porque los acontecimientos externos traducen los internos. Hay agitación dentro y fuera. Ese es el poder interno, un poder capaz de transformarlo todo, dentro y fuera. Los personajes ya comienzan a tenerlo muy claro y se adentran en el proceso, más y más. Pero no es hipnosis, es individuación. Locke lo sabe, Jack lo sabe, el Humo Negro lo sabe y algunos más lo saben. Ya no hay vuelta atrás. La isla entera también lo sabe.

Gil-Manuel Hernández i Martí