lunes, 25 de octubre de 2010

Lost – Perdidos: El inicio del viaje, temporadas 1 a 3

"En el fondo tú no eres tú; pero tú no lo sabes" (Ibn Arabí)

Empiezo este texto con una máxima de Ibn Arabí, en un claro y cariñoso guiño a mis amigos del Wild Bunch Groups, que entre otras cosas me han aportado las ganas de ir más allá en las diferentes lecturas de la realidad, con lo que creo me siento dispuesto a abordar el viaje de releer y re visionar la mejor serie de los últimos tiempos: Lost.

Nos adentramos en una historia, que es reflejo de un mundo particular, de una burbuja fuera del espacio-tiempo; este esquema narrativo de Lost dinamita la configuración actual que tienen muchas personas de la realidad, como algo lineal, factible, fácilmente comprensible y manipulable sin pudor. Esta serie nos devuelve en cada uno de sus capítulos que la realidad es un conglomerado muy complejo, muy diverso de historias y momentos.

Que no podemos encontrar el sentido último, sino adentrarnos en diferentes oportunidades de sentido y en ver si somos capaces de arriesgarnos a vivir nuestra propia aventura.

Perdidos es una metáfora de nosotros mismos, de nuestro mundo europeo y americano, de nuestro occidente” civilizado y supuestamente seguro”.

Durante toda la serie, de forma más o menos velada, o de forma clara y directa se nos está mostrando la irrealidad de la propia realidad, el continuo sorprendernos ante inesperados movimientos, que aparte de juego técnico cinematográfico para mantener la atención, nos despiertan una inquietud personal, obligan a proyectarnos en la Isla y en sus personajes, nos conectan nuestro inconsciente personal con el inconsciente colectivo que se está gestando en la historia que vamos viendo. En cierta medida, tras el episodio piloto, en todos ha ocurrido un desastre, una catarsis, hemos sido derribados sobre la Isla al igual que cada uno de sus participantes y durante los 6 años que dura, las seis temporadas, cientos de personas van a estar viviendo, soñando, meditando y buscando respuestas sobre la isla y sobre lo que les pasa a todos los personajes. De esa forma, y tal vez no lo pensaran directamente los guionistas, hay un nuevo náufrago en la Isla, el espectador, que como las voces susurrantes, apenas es audible, pero forma parte del proceso mítico. Un mito no existe si no hay un sujeto que sea dinamizado por él. Sin este sujeto, el mito es un mero potencial.

A diferencia de otras obras de arte, que somos nosotros los que vamos desvelando el sentido de lo que vemos, aquí somos un ojo aparentemente pasivo, obligados a seguir el deseo de los guionistas, algo que a muchas personas les ocurre en el desenvolvimiento de su situación vital y personal. En esto es en lo que esta obra se convierte en mito, reúne las características de expresión, desarrollo y sentido de un mito y de hecho, como ya iremos viendo, bebe de fuentes clásicas míticas: la divina comedia de Dante, el paraíso perdido de Milton, la odisea, etc.

Como ya señalaba Regazzoni[1] en su libro sobre Lost, el viaje empieza con un inmenso ojo en primer plano, el ojo del que después sabremos que es Jack.

Ese ojo puede ser el reflejo del ojo de todos los que vemos la serie, pues la vamos a ver a través de Jack en muchos casos; más adelante veremos que hay capítulos que empiezan con un ojo, pero un ojo distinto, no es el de Jack, dándonos otra perspectiva en ese momento.

También, El ojo (de Jack) puede conectarnos con Horus, el dios egipcio, o con Iahveh, el dios hebreo, que aparece como señal en tantos espacios religiosos: el ojo que te mira, te controla, o el ojo que observa el proceso. Aquí cada uno se convierte, a través de ese ojo, en observador del drama épico que se va a desarrollar.

Hay antecedentes fílmicos de ese ojo en primer plano, como en la película Blade Runner (Ridley Scott), el inicio con el ojo del replicante. Es retomado en avatar, es el ojo subjetivo que nos va diciendo desde que observador nos estamos abriendo a mirar.

Es la manera de decirnos: ¡Eh! abre los ojos, ha ocurrido un cambio y es necesario que PERMANEZCAS DESPIERTO.

A partir de ese mirar atento, que obliga a la búsqueda de sentidos, se abre un filosofar aparentemente sencillo como señala Simone Regazzoni en su libro sobre la serie.

Pero ¿quién es Jack?, De hecho su nombre, Jack equivale a Jaime y Jaime es el Santiago apóstol español, el buscador; además su apellido Sheppard, pastor, guía en ingles. Jack podría representar el Anima Mundi, el héroe: Ulises moderno del siglo XX y XXI, que es estrellado-despertado (inicio del ojo) en la Isla.

Muy pronto veremos que es la encarnación del héroe por antonomasia, el gran cuidador, el que tiene respuestas, el que sabe lo que hay que hacer, el que tiene poder de liderazgo. Este arquetipo marca la línea del pensamiento occidental base y sobre todo del americano, el sujeto que se enfrenta a todo y aglutina los deseos del grupo.

Todavía no tenemos otros tipos de héroes, mas tipo Aquiles o mas ocultos como Hefestos (Vulcano en la versión romana).

Quien viene a buscar a Jack en primer lugar es un perro, animal de significación interesante y cierre de parábola como iremos viendo. Y a partir de ahí, sale de la maraña de bambús, símbolo de la fuerza y resistencia, pero también de la docilidad, se pueden vencer por el viento, pero no doblar, y se adentra en la playa donde se encuentra la gran crisis de conciencia inicial, por qué está allí…

Jose López



[1] Regazzoni, Simone (2010). Perdidos, la filosofía, las claves de Lost. Duomo Ediciones,

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